Esta semana, otra tragedia evitable y sin sentido ocurrió en el lugar donde todos los niños deberían estar a salvo: en el aula de clases de la escuela primaria. Dos maestros y 19 niños fueron asesinados por un joven armado con un chaleco de protección, una pistola y un rifle tipo AR en Robb Elementary School en Uvalde, Texas. Estos horribles actos de violencia se han vuelto demasiado comunes en las escuelas de Estados Unidos. Cada vez que ocurre un tiroteo, vemos las noticias sin dar crédito a nuestros ojos, pero lo cierto es que estos actos de violencia sin sentido siguen ocurriendo. En lo que va del año 2022, han ocurrido 27 tiroteos en las escuelas, de acuerdo a NPR con datos proporcionados por EdWeek. En 2021, hubo 34. En 2020 y 2019, ocurrieron 10 y 24 respectivamente, con una disminución en 2020 cuando las escuelas cerraron durante la pandemia.

Lamentablemente, los tiroteos en las escuelas son una anormalidad propia de Estados Unidos. Ningún otro país en el mundo experimenta tantos tiroteos en escuelas como Estados Unidos, como muestra este mapamundi. Estos actos desgarradores de violencia están ocurriendo en escuelas de todo el país y no se han detenido desde el primer tiroteo escolar documentado en 1853.

A raíz de que ocurrió otro tiroteo en una escuela, el debate sobre la seguridad respecto a las armas vuelve a estar en las noticias. La investigación sugiere que la mayoría de estadounidenses comparte preocupaciones similares sobre la posesión no regulada de armas en nuestra sociedad. Según datos del Pew Research Center, “existe un claro consenso entre partidos respecto a algunas propuestas políticas sobre el manejo de armas”, incluyendo una revisión de antecedentes para prohibir que personas con problemas de salud mental puedan comprar armas (85 por ciento de republicanos y 90 por ciento de demócratas) y someter la venta privada de armas y la venta en exhibiciones a una revisión de antecedentes (70 por ciento de republicanos y 92 por ciento de demócratas). Además, la mayoría en ambos partidos políticos apoya la legislación para responsabilizar a los traficantes de armas irresponsables y a las leyes que les permitan a las familias y a las fuerzas del orden quitarles las armas a quienes se comporten de forma violenta.

En la actualidad, las armas de fuego son la principal causa de muerte en niños y adolescentes

De acuerdo con New England Journal of Medicine (enlace en inglés), los datos demuestran que en el 2020 las armas de fuego superaron a los accidentes de tránsito como la principal causa de muerte en niños de edades comprendidas entre 1 y 19 años. A pesar de una disminución en los tiroteos escolares debido al cierre de escuelas, los autores del estudio escriben: “la creciente mortalidad relacionada a armas de fuego refleja una tendencia a largo plazo y demuestra que seguimos fallando en proteger a nuestros jóvenes de una causa de muerte prevenible”.

¿Cómo se las arregla un niño para conseguir un arma?

De acuerdo con la organización sin fines de lucro Sandy Hook Promise (enlace en inglés), un estimado de 4,6 millones de niños estadounidenses viven en un hogar donde al menos un arma se mantiene cargada y sin seguro, y las armas usadas en el 68 por ciento de los tiroteos escolares fueron adquiridas en casa o en la casa de un amigo o familiar. ¿Cómo es esto posible? Parcialmente, según reportes de la organización, “casi la mitad de padres portadores de armas tiene la idea errónea de que su hijo no sabe dónde se guardan las armas en casa”.

La escuela sigue siendo el lugar más seguro para los niños

Tras un tiroteo escolar, es entendible si tu hijo o tú creen que las escuelas no son seguras. Sin embargo, estadísticamente hablando, los niños están mucho más seguros en la escuela que fuera de ella. “Los niños tienen mayores probabilidades de recibir un disparo en una residencia, tienda, calle, estacionamiento, centro comercial o restaurante que en una escuela”, señala Dewey Cornell, profesor de educación en University of Virginia y director de Virginia Youth Violence Project (enlace en inglés). “No podemos permitir que los dolorosos sentimientos de una tragedia distorsionen nuestra percepción de la escuela”.

Cornell señala que las amenazas de violencia a la seguridad de los niños son un problema nacional. “National Vital Statistics muestra que tenemos más de 300 tiroteos diarios en Estados Unidos donde una persona muere o resulta herida”, explica Cornell. “Una cifra muy inferior al 1 por ciento de tiroteos ocurre en escuelas. Tenemos un problema de violencia con armas de fuego, no un problema de violencia escolar”.

Medidas escolares para proteger a los estudiantes

En 2012, las escuelas respondieron al mortal tiroteo en una escuela primaria de Newtown, Connecticut, haciendo énfasis en la seguridad escolar. Las escuelas también se han concentrado en prepararse en caso de un tiroteo u otro evento violento. Según los datos más recientes, en el año escolar 2017-2018, la Encuesta Escolar sobre Crimen y Seguridad de Estados Unidos descubrió que el 92 por ciento de escuelas públicas tenían planes en caso de enfrentar a un tirador activo en el campus, y el 91 por ciento tenía planes para manejar amenazas de bomba o incidentes similares.

Además, el 42 por ciento de todas las escuelas públicas (y el 68 por ciento de escuelas secundarias públicas) ha contratado oficiales de recursos escolares (SROs por sus siglas en inglés), quienes son agentes policiales juramentados. El empleo de SROs se ha convertido en el blanco de críticas después de que las escuelas delegaran las medidas disciplinarias cotidianas a la policía, lo que llevó a que actos comunes de mala conducta de los estudiantes fueran considerados delitos penales. De acuerdo con el Centro de Análisis de Políticas Educativas de la Universidad de Connecticut, “la investigación sugiere de forma tajante que los SROs no tienen un impacto positivo en la seguridad de los estudiantes y, de hecho, podrían disminuirla”.

En el mismo orden de ideas, en respuesta a los tiroteos escolares, algunas personas han exigido una mayor presencia de armas en las escuelas por motivos de seguridad. Cornell desaconseja encarecidamente ese enfoque. “Dotar de armas a nuestros maestros es irracional, impráctico y peligroso”, afirma. “Deberíamos concentrar nuestros esfuerzos en prevenir los tiroteos, no en prepararnos para hacerles frente”, señala. “La prevención debe comenzar antes de que el tirador aparezca en la escuela”.

Elizabeth Englander, directora del Centro de Reducción de Agresiones de Massachusetts (enlace en inglés) y profesora de psicología en Bridgewater State University, está de acuerdo. “Durante los tiroteos escolares, incluso cuando logramos proteger a los niños de daños físicos, el daño psicológico es enorme”, señala. “En cuanto ocurre la violencia, ya el daño está hecho”.

La mejor estrategia es la prevención

Lamentablemente, señala Cornell, los tiroteos escolares desencadenan amenazas de imitadores. “Habrá una ola de estudiantes haciendo amenazas en las próximas semanas que dará lugar a muchas falsas alarmas”, escribió en un correo electrónico. “Estos estudiantes podrían estar en busca de atención, intentando hacer una broma o demostrando su descontento sobre algo. Las escuelas deberían realizar una evaluación de amenazas para evitar una respuesta desmedida… y centrar la atención en el pequeño número de amenazas serias que indiquen necesidad de apoyo en materia de salud mental y aprendizaje socioemocional”.

Se refiere al programa de evaluación de amenazas de Virginia (enlace en inglés), el cual fue implementado a nivel estatal en 2013 para resolver las amenazas estudiantiles de forma proactiva antes de que ocurran actos de violencia. Los programas de evaluación de amenazas buscan garantizar la seguridad de las escuelas mientras abordan problemas subyacentes y brindan apoyo a los estudiantes con problemas. En Utah, una línea directa a nivel estatal para momentos de crisis (enlace en inglés) a la que se puede acceder desde una aplicación permite que los estudiantes se comuniquen con consejeros de crisis y ofrece un medio confidencial para reportar acoso, violencia y amenazas. En todo el país, los expertos educativos incentivan a las escuelas a enseñar habilidades sociales y emocionales y brindar acceso a apoyo y consejería escolar.

Englander señala que a pesar de que muchas escuelas hacen un buen trabajo de prevención, sus esfuerzos se ven limitados por los recursos insuficientes. “Tenemos que invertir más dinero en la prevención de violencia escolar, dotando de forma adecuada a las escuelas con personal de apoyo para la salud mental y ofreciendo capacitación a todos los educadores en prevención de violencia y aprendizaje socioemocional”, explica.

Cornell está de acuerdo. La evaluación de amenazas, la cual está diseñada para ayudar a los estudiantes en crisis antes de que sus problemas lleguen al punto de la violencia, implica contar con personal capacitado en nuestras escuelas para prevenir el acoso y ayudar a los estudiantes a manejar la depresión, los traumas y otras necesidades en el área de la salud mental. “Tenemos muy pocos consejeros, psicólogos y trabajadores sociales para manejar la enorme cantidad de estudiantes con problemas”, escribió Cornell en un correo electrónico. “Necesitamos más personal. Muchos de nuestros estudiantes son resilientes y se graduarán sin problemas, pero otros pocos abandonarán la escuela con un creciente potencial para la violencia que será activado cuando estos sufran una injusticia o decepción. Tenemos que ayudarlos ahora y no esperar a que sea demasiado tarde”.

¿Qué pueden hacer los padres y los estudiantes para garantizar la seguridad de la escuela?

Los padres pueden tener un gran impacto en la seguridad de las escuelas de sus hijos al votar en favor de leyes para la seguridad en materia de armas y asegurándose de que tanto ellos como sus hijos contribuyan al bienestar de la comunidad escolar.

“Los padres deberían abogar para que las escuelas hagan un mejor trabajo en ayudar a los jóvenes con problemas, detener el acoso y usar la evaluación de amenazas para identificar a los estudiantes que podrían incurrir en actos de violencia”, indica Cornell.

Sin embargo, el mayor impacto de los padres podría radicar en lo bien que preparen a sus hijos para alzar la voz cuando detecten problemas en otro estudiante. Los estudiantes suelen ser los primeros en notar la perturbación en la mente de un compañero de clases, bien sea mediante palabras, acciones o interacciones digitales. Sin embargo, los estudiantes primero necesitan entender la diferencia entre reportar y “delatar”, señala Susan Fitzell, autora de Snitching vs. Reporting (Delatar versus reportar, enlace en inglés). Las escuelas, indica la autora, necesitan educar a los estudiantes sobre la diferencia entre reportar conductas serias y perturbadoras, y el simple acto de delatar sobre un asunto insignificante para meter en problemas a alguien.

Sin embargo, incluso cuando entienden la diferencia, delatar a otro estudiante puede ser peligroso para los estudiantes, así que Fitzell enfatiza que la escuela debe garantizar un espacio seguro para que los estudiantes compartan sus preocupaciones graves sobre la conducta potencialmente peligrosa de otro estudiante. Contárselo a un adulto de confianza en la escuela es la mejor opción. Pero cuando no sea posible, una caja de pistas anónimas podría ser una forma de alertar a la escuela de que algo malo está sucediendo con el compañero de clases de un estudiante. “Esto requiere diligencia de parte de la escuela, pero se obtendría información que sería imposible obtener de otra manera”.

Durante sus primeros años como docente, Fitzell le preguntó a un grupo de estudiantes de quinto grado si reportarían que un compañero de clases portaba un arma en la mochila. “Solo la mitad de los niños levantó la mano”, relata. “Y no creo que el resultado sería distinto en la actualidad, ni siquiera con niños de mayor edad”. La autora atribuye esto a la disminución del énfasis que ha demostrado la generación pasada en habilidades sociales (resolución de conflictos entre estudiantes y educación sobre el acoso, por ejemplo) y un creciente énfasis en las pruebas estandarizadas y el contenido académico puro. “Nos quedamos cortos en enseñarles a los niños a cuidarse entre sí”, señala. “Estamos desperdiciando la oportunidad”.

Componentes de una escuela segura

De acuerdo con el reporte titulado Safeguarding Our Children: An Action Guide (enlace en inglés) del Departamento de Educación de los Estados Unidos, una escuela segura debe contar con tres componentes principales:

  • Una base fundamentada para el bienestar y éxito de todos los estudiantes.
  • Un sistema para identificar a los estudiantes con problemas graves de conducta.
  • Un sistema para brindar intervenciones y terapias para estudiantes en riesgo.

Señales tempranas de alarma

A continuación, te presentamos algunas de las señales de alarma que podrían indicar que un estudiante supone una amenaza para la escuela. Si observas cualquiera de estos indicadores en un estudiante, repórtale tu preocupación al personal de la escuela. Un estudiante potencialmente violento suele mostrar más de una de las siguientes conductas:

  • Dificultad para comer o dormir
  • Maltrato a los animales
  • Atracción inusual hacia el contenido violento
  • Retraimiento social
  • Sentimientos de rechazo y/o persecución
  • Contenido violento inusualmente intenso o frecuente en escritos personales u obras de arte
  • Un patrón de acoso
  • Intolerancia o prejuicios en contra de ciertos grupos de personas
  • Abuso de drogas o alcohol
  • Afiliación a una pandilla
  • Amenazas graves de violencia

Señales inminentes de alarma

Las señales inminentes de alarma requieren de intervención inmediata y podrían incluir:

  • Peleas físicas con otras personas
  • Destrucción de bienes
  • Ira intensa por motivos insignificantes
  • Amenazas detalladas de violencia
  • Posesión de armas
  • Amenazas de suicidio

Como con cualquier preocupación respecto a un estudiante, es importante no juzgar ni simplificar demasiado la situación. Ayudar al niño y a toda la comunidad escolar debe ser la principal preocupación.

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